Esta noche hemos cenado en Bar Tartine, a pocos metros de nuestra casa en el barrio de la Misión en San Francisco. Es la “versión restaurante” de la famosa panaderÃa-pastelerÃa Tartine de la calle Guerrero. Os cuento como ha sido la cosa …
Ha sido una decisión impulsiva, de muy última hora. A las 6 y cuarto llamaba yo al restaurante y nos daban mesa para las 6 y media. El tiempo justo para una ducha rápida y presentarse en el local.
Hemos pedido muchos aperitivos y un segundo para compartir. Aceitunas ($4 por un platillo de olivas calientes, ¡toma ya!), dátiles, queso de cabra de Murcia con membrillo y una ensalada de calamares como aperitivos. De segundo un filete en rodajas con crema de queso Cabrales. En fin, muy a la Española, como se verá, pero sin intención previa de que asà fuera.
Lo verdaderamente espectacular han sido los postres. Una tartina de chocolate Berger con helado de coco y caramelo. Exquisito. Tampoco el helado de vainilla con espresso se quedaba corto.
Otra curiosidad ha sido una de las bebidas: gaseosa acompañada de un chorrito de Pinot Noir.
¿Suena de miedo, verdad?
Pues bien, después de escribir todo esto me doy cuenta de lo importante que es la presentación y la predisposición en todo. En la cocina más si cabe.
Lo digo porque si a mi me ponen un platillo de aceitunas por €3 en Toledo, y además me cobran poco más o menos por un vaso de tinto de verano. En la ensalada me ponen calamares en escabeche y luego el filete me lo dan en rodajas pero sin más. En fin, que a lo mejor hasta me cabreo.
Sin embargo hoy me he ido contento del sitio.
Eso es, que nos ha encantado a los dos y seguro que repetiremos. Será que todo lo puede cambiar la buena compañÃa.